“Realmente
una buenas maletas de viaje puede llegar a salvarte la vida”.
Durante
los viajes donde las grandes travesías se realizaban de forma que el tiempo se
media por semanas, en vez de por horas, la forma más habitual de poder llevar
lo necesario para todo lo que pudiese cubrir desde una simple cena en el
comedor del barco, hasta una recepción en la embajada del país de destino, era
llevar maletas o baúles de viaje.
Estos baúles,
casi de la altura de una persona, se podrían casi denominar como armarios
portátiles, ya no por su tamaño, sino por la disposición del interior.
Estos baúles
podíamos encontrarlos de diferentes tipos. Por un lado podemos encontrar los
que se usaban para transportar únicamente trajes masculinos, con sus correspondientes
percheros en ambos lados.
O el
más habitual de un lado con cajonera, para la ropa interior y complementos.
Con los
que se podía abrir la parte superior, para facilitar el acceso a los trajes.
También
los había sólo con cajoneras, bien para elementos íntimos, como para otros como
joyas, documentos,…
Los más
conocidos, por su bajo coste, son los baúles tipo arcón, totalemtnevacios de
compartimentos, y de posición horizontal.
Los
versátiles, con distribución neutra para múltiples utilidades.
Y por
último las maletas hechas a medida, especialmente diseñada por el dueño, bien
para el transporte de sus valiosos libros.
Bien
con una mesita plegable para poder escribir durante los viajes.
Bien
con una pequeña mesa para diferentes usos, como tabla de planchar.
Con
todo ello podemos indicar que las maletas, esas desconocidas, pueden ser para
casi cualquier utilidad y con la distribución que el propietario pudiese creer
necesitar. Lo que está claro es que unas buenas maletas, en un momento determinando,
pueden salvar a cualquier aventurero de las situaciones más comprometidas, como
el baile en el palacio del embajador.
Saludos.
Burt
Minorrot