Por duro que suene, incluso en los funerales se
requiere un mínimo de compostura, las normas de etiqueta en este caso van
dirigidas a los que se ponen en contacto con la familia afectada.
Hay que recordar que es una reunión de obligada asistencia, nadie podrá rechazar asistir a un funeral cuando ha sido invitado, a no ser, por supuesto, por una causa de fuerza mayor.
Hay que recordar que es una reunión de obligada asistencia, nadie podrá rechazar asistir a un funeral cuando ha sido invitado, a no ser, por supuesto, por una causa de fuerza mayor.
Dar la noticia
Si la muerte ha sido repentina, todo aquel que conoció
al difunto debería estar al tanto de la noticia. Por supuesto los familiares
más cercanos y amigos deberán ser avisados. La manera más sencilla será por
teléfono.
Si la muerte estaba prevista, sería correcto haber avisado antes de que ésta se produjere para que aquellos familiares íntimos, y siempre que el enfermo quisiese pudiesen verlo aún con vida.
Otra manera de difundirlo entre los menos allegados es mediante esquelas en los periódicos, poniendo en ella (si se quiere) las señas y la hora para que quien quiera acuda al funeral.
Las
esquelas de invitación para los entierros deben estar concebidas en términos
muy claros y precisos, y sobre todo en los que sean más serios y usuales, y no
deben aparecer participando el deceso sino los deudos o amigos muy inmediatos
del difunto. Son extravagantes y aún ridículas, las esquelas mal redactadas,
las que se apartan de la forma ordinaria, las que contienen expresiones que no
son estrictamente necesarias, y aquellas en que nominalmente participan muchas
personas, por más que el parentesco o la amistad las autorice a todas a ello.
Las costumbres de cada país son las que dan la pauta para el ceremonial de un
entierro. En ciertos países las invitaciones para los entierros se hacen por
los periódicos. Los familiares hacen una invitación y las entidades comerciales
u oficiales, con que el difunto ha estado vinculado, hacen otras tantas
invitaciones.
A los parientes y a los amigos íntimos del difunto, no se les pasa esquela de invitación; al hacerlo, sería suponer que necesitaban de estímulos extraños para llenar sus deberes, y con razón se vería en esto una ofensa hecha a su carácter y a sus sentimientos.
Los deudos muy inmediatos del difunto y las personas que los han acompañado en la invitación, son los que naturalmente forman el cuerpo de doloridos. Pueden agregarse a éste otras personas, cuando un vínculo estrecho y decoroso las haya unido con el difunto y las una con su familia; más por esto es necesario que proceda una excitación expresa de los principales doloridos. Sin esta restricción, el cuerpo de los doloridos podría aumentarse excesivamente, y aún llegar a quedar desnaturalizado; pues entonces debería ser la amistad la moviese a incorporarse a aquél, y, presentes como debe suponerse a todos los relacionados con el difunto, ninguno querría aparecer poco afectuoso, siguiéndose de aquí la incorporación de un crecido número de personas, que bien podrían componer a veces la totalidad de los acompañantes.
Vestimenta
Vestirse
de color totalmente negro tampoco está muy bien visto si no se es alguien muy
allegado al difunto.
La familia más cercana vestirá de luto,
siendo aceptable colores oscuros o una combinación de blanco y negro, no siendo
indispensable el negro riguroso.
Se debe ir vestido con traje oscuro: no son admisibles colores claros o brillantes, joyas exageradas, etc., sin piezas de ropa de colores llamativos, con una vestimenta sobria y sin gran ostentación. "Debe evitar, cuando existe a una ceremonia de este tipo, cualquier nota de color excesiva."
Actitud en el velatorio, en el funeral y en el
cementerio
Sinceridad y seriedad son básicamente la mejor forma de comportarse. Intentar ser aquél que más llora, que más abrazos da a los parientes son comportamientos detestables.
El mejor comportamiento será aquel en el que
consigamos que la persona que está sufriéndolo haga lo que realmente desee. Si
quiere llorar, llorará con nosotros, si quiere hablar, deberemos escucharle, si
quiere estar en silencio, deberemos respetarle. Cada persona expresa sus
sentimientos de una forma.
A
nivel general, conviene mantenerse serio pero dando muestras de afecto. Si los
deudos le han pedido expresamente su asistencia, nunca, a no ser por fuerzas de
causa mayor, debe de dejar de acudir a un funeral. Si no puede, siempre tendrá
que hacer llegar un mensaje de condolencia, ya sea por teléfono, telegrama,
e-mail, flores... Durante el funeral,
conviene no exacerbar los sentimientos (llorar, gritar, etc.), hay que mantener la compostura
dentro de lo que uno se pueda permitir y no dramatizar en exceso el momento.
Las personas menos allegadas pueden no
asistir al entierro, pero la asistencia al funeral es inexcusable: uno puede no
asistir a una boda o a una fiesta, pero nunca es admisible no asistir a un
funeral.
La puntualidad debe ser exquisita: a un
funeral no se puede llegar tarde.
En el funeral hay que mantener una actitud
de máxima seriedad y respeto.
No hay una imagen más terrible que una
familia destrozada y a pocos metros dos supuestos amigos de la familia
saludándose efusivamente y conversando animadamente.
A la hora señalada para la reunión, los doloridos que han de acompañar el féretro se situarán en la sala donde éste se encuentre, y allí permanecerán hasta el momento de la salida.
Los parientes y los amigos más inmediatos del difunto, son los que generalmente acompañan a los doloridos cuando se dirigen al templo. Todos los demás concurrentes se trasladan directamente a éste a la hora designada para las honras.
La colocación en el templo, así de los dolientes como de los acompañantes, durante los oficios religiosos, es de la misma manera que se ha indicado en los capítulos anteriores.
Pésame
Se esperará al final de la ceremonia
religiosa para dar el pésame a la familia del difunto
No trate de animar ni de hacer reír, bastarán unas palabras sinceras, un afectuoso abrazo, pero nunca se entretenga más de lo necesario, piense que hay más personas que quieren dar el pésame.
No trate de animar ni de hacer reír, bastarán unas palabras sinceras, un afectuoso abrazo, pero nunca se entretenga más de lo necesario, piense que hay más personas que quieren dar el pésame.
El
pésame se da para expresar a los más allegados al difunto la pena por el
deceso. En ocasiones los deudos, inmersos en un proceso de duelo, valorarán más
las expresivas muestras de afecto que la palabrería. Por ello un
abrazo y simples pero sentidas palabras de condolencia serán más que
suficientes.
Manteniendo
siempre la serenidad para no hundir más a la persona, el pésame consiste en expresar
cuánto sentimos la pérdida y las virtudes del difunto que calaron en nosotros.
No se debe tratar de animar ni de hacer reír al deudo, no son momentos para el
humor, ni tampoco debemos de tapar su dolor.
Las
fórmulas más utilizadas en los pésames y condolencias son "te acompaño en el
sentimiento" y "mi más sentido pésame", aunque cualquier
frase que nos salga de dentro y sea sincera será bienvenida. El pésame
debe ser sencillo, corto y digno: por ejemplo, "estamos muy
apenados", "mucho ánimo", etc. Hay que evitar frases que puedan
herir la sensibilidad del familiar del tipo "con lo bueno que era",
"siempre se van los mejores", "que tragedia, si ayer se le veía
tan lleno de vida", y, por supuesto, nada de empezar a relatar anécdotas
vividas con el difunto.
Si
no ha podido acudir al funeral, puede hacer llegar una nota de condolencia para
dar el pésame. Si la forma escogida es la misiva, se
recomienda escribir a mano, para dar al mensaje un toque
personal.
El
pésame presencial puede darse en el velatorio o en el funeral. Si llegamos sólo
para el funeral el pésame nunca se debe dar a la entrada de la iglesia sino
después, a no ser que la familia comunique su deseo expreso de no recibir
pésames a la finalización del acto, algo que ocurre con poca frecuencia.
Si la familia del difunto estuviera muy
afectada no se le molestará, siendo más conveniente llamarles o visitarles unos
días después.
El velatorio
La
finalidad del velatorio del
difunto es acompañar y reconfortar a los más allegados del difunto.
Es un espacio de tiempo en el que se despide al difunto, y es un momento
importante en el proceso de duelo. Acudir al velatorio es importante para los
deudos.
Sólo la presencia ya es un gesto
muy honrado y valorado. Allí se acostumbra a dar el pésame y a acompañar a la
familia inmediata del difunto. Su visita debe de servir para reconfortar a la
familia y acompañarla, por ello si no llega otra visita que le tome el relevo
no debe de irse.
Flores o coronas
Uno
de los detalles que expresan nuestro dolor por la pérdida es el envío de una corona
de flores, un centro o un ramo. Lo más correcto es una corona,
pues el círculo simboliza el ciclo de la vida. El envío de flores se debe de
hacer pensando en el difunto, en sus creencias y cultura.
Los
centros y coronas se acompañan comúnmente de una cinta en la que se escribe un
mensaje corto y conciso. Las flores nunca se llevan al
velatorio: siempre se envían por mensajería, la tarde anterior
al velatorio; como muy tarde, han de llegar antes del funeral.
Las
especies más comunes en los arreglos florales fúnebres
son las flores blancas, los claveles, las rosas, los crisantemos, los lirios,
las hortensias, los anturios, las azucenas y las margaritas.
La ceremonia del funeral
En cuanto a los acompañantes, éstos irán siempre en dos alas a uno y otro lado del féretro, marchando a una distancia conveniente unos de otros, de manera que el orden y la simetría contribuyan a dar al acto la seriedad que es tan propia de toda pompa fúnebre.
Los acompañantes deben marchar con el paso lento, y con un aire de circunspección y recogimiento que armonice con la naturaleza del acto y con la situación de los dolientes; pues es siempre una muestra de educación y de cultura, en manifestar en la exterioridad que se participa del dolor de las personas afligidas que se acompañan.
Es según esto un acto de sobremanera descortés e impropio, el conversar durante la ceremonia, o dentro del templo, y el ir una persona apoyada en el brazo de la otra. En cuanto a fumar en el tránsito, esta es una falta en la que no puede incurrir jamás ni las personas que solo tengan una ligera idea de la buena educación, y de los deberes y prohibiciones que imponen las convenciones sociales.
Dentro del templo los doloridos toman los puestos principales, que son siempre los más próximos al lugar donde se coloca el féretro. Respecto de los acompañantes, éstos se colocarán en los demás puestos, según la edad y la categoría de cada cual.
Se realiza una homilía
y se bendice el féretro. El ataúd es cargado en hombros desde
la capilla mortuoria a la carroza por los familiares masculinos o amigos más
íntimos, o por personas especialmente contratadas. A
la salida es conveniente dar el pésame a la familia directa, si
no se ha dado durante el velatorio; en cualquier caso, no repetir el pésame, ya
que es de sumo mal gusto y puede dar a dobles interpretaciones. En la caravana
de vehículos que acompaña a la carroza irán en el primer carro las personas más
allegadas al difunto. Si no se va a ir al cementerio, por las circunstancias
que sean, no se debe marchas en cuanto termine homilía, sino que se
deberá esperar a que el coche fúnebre haya salido hacia el cementerio.
Si hay discursos, éstos se
dirán en el cementerio. Después de los discursos y de los servicios religiosos
se efectúa la inhumación de los restos con lo cual termina el ceremonial del
entierro. Una vez terminada la ceremonia, los acompañantes se retiran sin
despedirse, en señal de respeto a los familiares doloridos.
Fuentes:
Manual de Carreño