Documento: A0757/90/SSP
Desclasificado: 22 de junio de 1898
En la década del 1870, Nueva York necesitaba
una mejora radical de su sistema de transporte. Alfred Ely Beach, un inventor
local y propietario de Scientific
American, entre otros muchos negocios, creía tener la solución: un ferrocarril
subterráneo propulsado por aire a presión. El invento consistía básicamente
en mover gente de un lugar a otro bajo tierra, poniéndolos en cápsulas y
dispararlos a través de tubos propulsados por el aire a presión generado por
bombas enormes.
Era el año 1870 y en Nueva York muchos veían claramente que la única solución a los problemas de movilidad de la ciudad era un metro. Desafortunadamente, el gobierno municipal estaba dominado por aquel entonces por el “Boss” William M. Tweed, que tenía otras ideas en mente, más alineadas de cara a llenar su propio bolsillo. Así que Beach decidió, de todas maneras, construir una parte de su metro a escondidas, y confiar en que la opinión pública le ayudaría a conseguir los permisos. Casi lo consiguió, tan impresionante fue su esfuerzo, que podría reclamar el honor de haber construido la primera línea de metro de Estados Unidos.
El
ferrocarril de Beach
Mr Beach consideró que New York debía
ser tan importante como lo era Londres en esas décadas. Y si en 1863 Londres tuvo
su primer metro, aunque de vapor, New York no debía ser menos.
En la década de 1860, Londres había
probado, también, mediante el sistema de capsulas neumáticas, un sistema de reparto
rápido de pequeños paquetes y correo. Se trataba de un pequeño túnel, de poco
más de 500m, y unos 90cm de alto, a través del cual se bombeaban unos “carros”
con forma de pistón de uno al otro lado en tan sólo 65 segundos. Un segundo
túnel, de 145cm de alto y 3km de largo, se inauguraría en 1866, el duque de
Buckingham, uno de los promotores, lo probó “en persona”, metiéndose en
una de las cápsulas y dejándose soplar a su destino en apenas 5 minutos.
Vehículo
de reparto de correo neumático de Londres
Beach se enteró del experimento a
través de sus contactos y se convenció que era la solución. Lo único que se
necesitaba era hacerlo toda más grande, y los problemas de transporte de Nueva
York desaparecerían. En 1867 demostró su concepto en una feria en Nueva York.
Un tubo de madera de 1.80 metros de diámetro y 30 de longitud, suspendido del
techo, contenía un vagón con capacidad para 10 asientos que era disparado y
recorría la distancia entre la calle 14 y 15, en sólo unos instantes. El “motor”
era un ventilador que giraba a 200 revoluciones por minuto. La prueba fue todo
un éxito, varios miles de personas lo probaron. Fruto del entusiasmo,
algunos periodistas escribieron que “no existía problema que impidiera mover
el vagón a 100 millas por hora”.
Demostración
tren de Beach en la feria del American Institute 1867
Sería en febrero de 1870 cuando se dio
a conocer. Cuando los pasajeros tomaban asiento y la puerta se cerraba, una
ráfaga de aire empujaba el vagón hacía el interior del túnel y lo aceleraba
hasta llegar a la calle Murray, según un testigo, “como hace el viento con
un barco de vela”.
Interior
del vagón
Desde 1867 hasta 1873, Beach sin
autorización legal, consiguió que miles de ciudadanos de New York utilizasen su
metro neumático por tan sólo 25 centavos el viaje.
Pero para cuando consiguió los permisos
definitivos, estalló el Pánico del 1873, y el interés de Nueva York y de
los inversores por construir un metro se desvaneció. El proyecto, que además
ahora había perdido su atractivo como novedad, estaba muerto. Durante el
siguiente cuarto de siglo, el transporte de Nueva York se basaría en los
provincianos carros de caballos y los ferrocarriles elevados. Ante la
imposibilidad de seguir con su proyecto, Beach alquiló su túnel para diferentes
actividades no relacionadas con el transporte, hasta que en 1888, un avispado agente
estatal, el científico Artemus Gordon, al servicio del presidente Grover
Cleveland de los Estados unidos, consigue
convencer a Beach para renovar el trabajo, pero esta vez sin importar la
oposición de las familias más influyentes de New York, sino que era un trabajo
llevado en el más absoluto secreto.
Entrada
del túnel, foto del 1870
De este nuevo contrato nunca salió a la luz, pero se crearon un túnel doble, uno para una capsula más corta, para no más de 10 pasajeros, y otro túnel de 145 cm de alto, para el transporte de valijas especiales y correo presidencial, en las capsulas idénticas a las utilizadas por el correo de Londrés. La nueva red excavada estaba de punta a punta de Manhattan, con múltiples nodos de transbordo y su conexión con la casa del presidente en New Jersey.
Un año más tarde, en 1889, se realizó
otro entramado similar, pero mucho más extenso, en Washington, con centro en
estrella bajo la propia Casa Blanca y nodos con cambio de vía, algo más
sofisticado.
Curiosamente, mientras que el Servicio Secreto
del presidente de los Estados Unidos de Norteamerica se mueve a gran velocidad
bajo el suelo de New York y Washington, en la superficie el transporte público se
basa actualmente en los provincianos carros de caballos y el ferrocarril
elevado.
Agente Teniente
James Baldric.
Asesor Biblografico
MI-5
10 de abril de 1890
NOTA: Aunque el metro neumático en un
hecho real, parte de la información e historia son ficticias. La información
verídica y detallada se puede encontrar también en el blog de Europe 1900 http://europe1900.blogspot.com.es/2011/05/el-metro-secreto-de-nueva-york.html